Nunca antes en la historia de los Juegos Olímpicos estos habían tenido una ceremonia de apertura fuera de un estadio.
Y resulta que los franceses lo lograron. No quisiera ser yo el encargado de la ceremonia en Los Ángeles dentro de cuatro años. Vaya problema en el que está metido.
Francia nos mostró historia, poderío y ganas de hacer cosas diferentes. Sobre el río Sena desfilaron todos los atletas y, a pesar de la lluvia, nadie dejó su lugar. Evento histórico el del viernes.
Delegaciones con 300 o 400 atletas o con un solo atleta todos valen lo mismo. Ya vimos a Rafa Nadal y Carlos Alcaraz durmiendo en la villa de atletas y, si pudieran, estarían en una de las mejores suites de París.
Me quedo con la gente, con agenda de seguridad con un cuchillo entre los dientes por miedo a un atentado. Son los Juegos Olímpicos más vigilados de la historia. Y es que hay amenazas todos los días.
Los franceses dan un golpe importante demostrando que no está todo visto y sorprendieron con una ceremonia que nos dejó con el ojo cuadrado.
Fraternidad, igualdad y libertad, dijera Maximilien Robespierre en 1770, y lo demostraron con una inauguración fuerte y con mucha personalidad.
México ya compite y tenemos nuestras esperanzas de medallas que, como siempre, son en clavados, marcha, boxeo y tiro con arco. Es nuestra realidad deportiva.
Y para terminar, un encendido de la antorcha que será recordado por los siglos de los siglos y que traerá gratísimos recuerdos.
No esperemos demasiados éxitos, ojalá que sean muchas medallas, pero la realidad deportiva de nuestro país está lejos de las potencias.
Ahí vienen los chinos y su poderío, los norteamericanos, los australianos, que ya demostraron su poder en la alberca. Veremos qué tan fuerte viene Francia.
Estoy impactado con lo que vi el viernes.
Inolvidable inauguración.