San Pablo VI, en cuyo pontificado concluyó el Concilio Vaticano II, murió hace 46 años, justamente en la fiesta de la Transfiguración del Señor. Su muerte, ocurrida “casi repentinamente”, según recuerda Vatican News, le impidió pronunciar un importante mensaje sobre la Transfiguración que les compartimos a continuación.
El sitio web del Vaticano señala que “el amado Pontífice” tenía preparado este mensaje que iba a dar el domingo 6 de agosto de 1978, durante el rezo del Ángelus dominical, pero que por la gravedad de su enfermedad no pudo decírselo a los fieles.
San Pablo VI comienza explicando que la Transfiguración del Señor “proyecta una luz deslumbrante sobre nuestra vida diaria y nos lleva a dirigir la mente al destino inmortal que este hecho esconde”.
En este sentido, describe que en la Transfiguración “Cristo levanta el velo que oculta el resplandor de su divinidad y se manifiesta a los testigos elegidos como es realmente, el Hijo de Dios”. Asimismo, el santo, como una especie de preámbulo de lo que iba a vivir, indica que con esto el Señor también “desvela” nuestro último destino.
“Ese cuerpo que se transfigura ante los ojos atónitos de los Apóstoles es el cuerpo de Cristo nuestro hermano, pero es también nuestro cuerpo destinado a la gloria; la luz que le inunda es y será también nuestra parte de herencia y de esplendor. Estamos llamados a condividir tan gran gloria, porque somos ‘partícipes de la divina naturaleza’”, precisó.
No obstante, enfatiza que esta “suerte incomparable” se obtendrá si se hace honor a la vocación cristiana y si se ha vivido en fidelidad a los compromisos bautismales.
Es por ello que San Pablo VI, gran defensor de la vida y la dignidad humana, concluye su mensaje recordando a los que sufren, de manera especial a los que están sin trabajo y a los que padecen hambre. Por lo que anima a tener “propósitos de solidaridad fraterna».
Finalmente, como una especie de última despedida, pide a la Virgen María, “Madre solícita y afectuosa”, que “dirija a todos su mirada y su protección”.