Asombra que, hasta ahora, no haya habido reacción ni de Los Chapitos ni de la gente de El Mayo
Falta mucha información y no la vamos a tener en el futuro inmediato: una operación de inteligencia como la que acabó con Ismael El Mayo Zambada y Joaquín Guzmán López en El Paso, Texas, tiene un componente esencial: no divulgar cómo se realizó mientras haya actores comprometidos, como víctimas o como victimarios, como héroes o villanos.
Hasta el día de hoy, el gobierno federal no tiene idea de qué sucedió: en la mañanera de ayer se dijo que la última información de Estados Unidos había sido entregada el sábado pasado, y no se supo nada nuevo: no se sabe qué ocurrió, si fue una entrega o un engaño, ni siquiera si hubo un vuelo o dos, y de dónde y con quiénes partieron esos aviones. Lo que sabemos es que llegó un vuelo a un pequeño aeropuerto junto a El Paso y que allí iban un piloto, El Mayo y Joaquín Jr., y que fueron detenidos en la pista, donde ya sabían de su arribo.
Insisto en algo que no es una exageración: ésta es la más importante operación de inteligencia de Estados Unidos en relación con el crimen organizado y el narcotráfico realizada en décadas y sin haber disparado, aparentemente, un solo tiro, con los criminales vivos y en prisión. Una operación que acabó con los jefes de una enorme red de introducción de diferentes drogas, pero, sobre todo, porque es lo que le interesa a la Unión Americana (hasta declararlo un desafío a su seguridad nacional), de fentanilo, una droga que deja decenas de miles de muertos por sobredosis al año en ese país.
Se realizó con tal limpieza que el gobierno mexicano no se ha enterado, hasta hoy, siquiera qué sucedió.
El respetado escritor Ioan Grillo describió ayer una operación espectacular, pero que cuesta creer. El Mayo, escribió en LA Times, habría sido citado para una reunión con Los Chapitos en la casa de un funcionario del gobierno de Sinaloa; allí lo esperaban agentes de Estados Unidos que lo secuestraron, neutralizando a sus cuatro custodios, aunque se escaparon otro sicario y un chofer. De esa vivienda, El Mayo fue llevado a un avión que, luego de una escala y otro cambio de vuelo, terminó en El Paso.
Todo puede ser posible, pero no es verosímil: ¿El Mayo llega a una reunión sin checar previamente el lugar con sus adversarios, Los Chapitos?, ¿desaparecen cuatro custodios de El Mayo sin que nadie se entere?, ¿el chofer y el custodio que se escaparon no avisaron que su jefe había sido levantado? Por mucho menos, Culiacán, con la detención de Ovidio Guzmán, se incendió con el culiacanazo. Para detener a Ovidio hubo un auténtico combate en Jesús María.
No sé lo que sucedió, pero asombra que hasta ahora no haya habido reacción ni de Los Chapitos ni de la gente de El Mayo. Me imagino que estaban tan sorprendidos y faltos de información como el propio gobierno federal.
No ha habido enfrentamientos, pero los habrá. No es viable pensar que no habrá disputa entre los grupos que han quedado desamparados. Nadie querrá quedar como traidor, engañado o rendido: la narrativa dentro de los propios grupos criminales tendrá que ser otra y hablará de traiciones recíprocas. Y las filtraciones, aunque no sean verosímiles, las alientan. Pero el que hayan pasado tantas horas sin que haya habido reacciones lo que quiere decir es que los grupos enfrentados del Cártel de Sinaloa todavía ni digieren lo sucedido ni saben exactamente qué pasó.
Más allá, esto es el triste final para la estrategia de abrazos y no balazos. Es una demostración de que se podría haber operado con mucha mayor contundencia contra los grupos criminales y, sobre todo, contra sus jefes; que sí era posible y deseable llegar a ellos y detenerlos, entregarlos o quebrarlos, cualquiera que haya sido la vertiente real. Se confirma que tiene que haber complicidades, porque no sabe siquiera de dónde salió el vuelo, qué avión los trasladó, quiénes viajaban. No se tiene información, si fue cierto, de una operación de esa magnitud. Falló todo el sistema de seguridad.
Ese sistema debe revisarse y modificarse después del 1 de octubre, la estrategia seguida este sexenio no da para más: existen complicidades evidentes, en Sinaloa y en muchos otros estados, que deben ser atendidas, la inteligencia debe concentrarse en los verdaderos desafíos a la seguridad pública, interior y nacional que pasan por combatir la delincuencia organizada.
Es el fin de una estrategia que no ha funcionado, que no ha rendido frutos, que carga con el costo de 194 mil muertos y 50 mil desaparecidos en este sexenio, que ha empoderado a los grupos criminales en lugar de acotarlos.
La caída de El Mayo y la profundad debilidad en la que quedan Los Chapitos, es la mejor demostración de lo que se podía hacer y no se hizo, muy probablemente porque no se quiso hacer, porque se prefirió una política de amortiguamiento en lugar de confrontación.
Hoy los créditos se los lleva la inteligencia estadunidense, y con ella a los capos detenidos y la información que tienen. El fracaso es de nuestras fuerzas de seguridad y de una estrategia federal, implementada muchas veces incluso a contrapelo de quienes la deben llevar adelante, que no ha funcionado. La rendición de El Mayo ante Estados Unidos es el epitafio de abrazos y no balazos.