La participación de la banca clandestina china en el tema es clave en el esquema del tráfico de fentanilo ilegal. De alguna forma tiene que circular el dinero entre los tres países.
En medio de los casos de El Mayo, El Chapito Joaquín, los evidentes desencuentros entre las administraciones Biden y López Obrador, está el tema del fentanilo y, en ese trípode del tráfico del opioide, junto con México y Estados Unidos, se encuentra China, un país que está, además, en una dura guerra comercial y de influencia global con la Unión Americana.
El tema de China, su relación con México y su participación en la industria automotriz trasciende esos capítulos eminentemente económicos y entra de lleno en el de la lucha geopolítica, a la definición de México como parte o no de América del Norte y del combate al crimen organizado.
Más allá de las amenazas públicas de Donald Trump de imponer aranceles a México por la exportación de automóviles chinos o de las preocupaciones y controversias privadas de la administración Biden (y que, sin duda, continuarán si lo sucede en la Casa Blanca Kamala Harris), lo cierto es que el propio secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, reconoció que se revisará la relación comercial con China porque nos vende mucho y nos compra poco.
Dijo que México le compra a China cada año 119 mil millones de dólares y sólo le vende 11 mil millones de dólares. Mientras tanto, somos el principal socio comercial de Estados Unidos: en el primer bimestre del año exportamos a Estados Unidos poco más de 67 mil 688 millones de dólares y sólo en febrero pasado exportamos a ese país 31 mil 895 millones de dólares.
Esta semana también se informó que la mitad de las inversiones extranjeras directas que recibió México desde 2020 provienen de empresas chinas que quieren relocalizarse en nuestro país para, desde aquí, exportar a Estados Unidos. Eso es lo que critican en la Unión Americana, tanto demócratas como republicanos. Ése será el principal capítulo en la próxima revisión del T-MEC.
Pero si vemos lo que sucede en el ámbito de la seguridad, y sobre todo del fentanilo, tenemos un problema similar: para comprender la producción, el tráfico, la comercialización y el lavado del dinero que genera el fentanilo, tenemos que partir del triángulo que conforman China, México y Estados Unidos.
Se equivocan quienes creen que el tema del fentanilo es electoral. El de las muertes por sobredosis en la Unión Americana es un problema real y muy grave, social, de seguridad y de salud pública. En ese país mueren por sobredosis cien mil personas cada año, la mayoría por fentanilo o fentanilo mezclado con otras drogas. Nadie, ni demócratas ni republicanos, lo puede ignorar y los cárteles mexicanos son muy importantes, lo mismo que las redes de comercialización en Estados Unidos, pero los precursores provienen, sobre todo, de China, y el gobierno de ese país, según Washington, no hace nada para evitarlo.
El primero de octubre, el mismo día que comienza el gobierno de Claudia Sheinbaum, será la segunda audiencia de preparación del juicio de Ovidio Guzmán, el hijo del Chapo Guzmán y considerado por Estados Unidos, junto con sus hermanos, el principal introductor de fentanilo en ese país. Un día antes, el 30 de septiembre, será la de su hermano Joaquín, que se acaba de entregar a la justicia estadunidense.
La audiencia estaba programada para el mes pasado, pero se postergó hasta el primero de octubre, ahora se suma a la de Joaquín y también a la de Néstor Isidro Pérez Salas, El Nini, que fue extraditado a Estados Unidos sin que su defensa interpusiera amparo alguno para evitarlo. Los tres, Ovidio, Joaquín y El Nini, jefe de sicarios de Los Chapitos y uno de sus más cercanos amigos (crecieron juntos), se convertirán en testigos colaboradores para atestiguar contra el Cártel de Sinaloa, en investigaciones que tendrían relación con los últimos años, no con el pasado lejano. Será el gran juicio sobre el tráfico de fentanilo. Ese fentanilo que industrializan Los Chapitos y El Mayo y que llega de China.
Semanas atrás, la DEA y el Departamento de Justicia acusaron a 24 personas en California de ser parte de una red del Cártel de Sinaloa que operaba con grupos vinculados con la banca clandestina china para blanquear recursos. Están acusados de lavado de dinero y de transferencias de recursos desde casas de cambio clandestinas chinas hacia el extranjero vía criptomonedas.
La red operaba en California, con la ayuda de una empresa de transferencia de dinero con sede en San Gabriel Valley, y procesaba dinero del narco proveniente de Los Ángeles.
La directora de la DEA, Anne Milgram, ante los resultados de esta investigación, declaró que “esta investigación de la DEA descubrió una asociación entre socios del Cártel de Sinaloa y un sindicato criminal chino que operaba en Los Ángeles y en China para blanquear el dinero de la droga. El blanqueo de dinero procedente del narcotráfico proporciona al Cártel de Sinaloa los medios para producir e importar su veneno mortal a Estados Unidos”.
La participación de la banca clandestina china en el tema es clave en el esquema del tráfico de fentanilo ilegal. De alguna forma tiene que circular el dinero entre los tres países y el que se acaba de descubrir en California es uno de esos mecanismos.
En julio pasado, el Departamento del Tesoro sancionó a dos jefes del CJNG por tráfico de fentanilo y a dos empresas vinculadas a ellos. Los acusó de ser parte de “una célula del CJNG que ha trabajado para enviar metanfetamina y fentanilo” a territorio estadunidense, de “comprar los precursores para fabricar fentanilo” y producir metanfetaminas. Compraban los precursores en China. El CJNG es el siguiente en la lista.
Todo sigue girando en torno a la trama China, México, Estados Unidos, metanfetaminas y fentanilo.