La seguridad en la era Sheinbaum

La seguridad en la era Sheinbaum

La GN no puede convertirse de un día para otro en una policía civil

Este fin de semana Claudia Sheinbaum confirmó que la Guardia Nacional se queda, como está ahora, en la Defensa Nacional a partir de una reforma constitucional que se aprobará, adelantó la virtual Presidenta electa, en octubre próximo

La Guardia Nacional no puede convertirse de un día para otro en una policía civil, sin mandos militares. Los 130 mil elementos que tiene hoy la Guardia provienen en prácticamente su totalidad del Ejército mexicano, incluso ya regresaron a la Marina los que provenían de esa institución. La Guardia tiene que entrar en una fase de consolidación: cumple este 30 de junio cinco años de creada y es mucho lo que falta por construir y consolidar para contar con la policía nacional que el país requiere. Pero su sola existencia es un gran paso adelante. Es verdad que se podrían haber hecho diferentes las cosas y que incluso, en lugar de desaparecer de un golpe a la Policía Federal y deshacerse de la mayoría de sus elementos, se podría haber realizado un proceso más gradual y de mayor aprovechamiento en la creación de la GN.

Pero hoy la única forma de que la GN funcione es con estos mandos y elementos, casi todos provenientes de la Defensa e impulsando la conversión de esa institución en una verdadera policía, lo que no se logrará de un día para el otro. Apenas están formándose cuadros de la Guardia desde un punto de vista policial. Sus capacidades también se pueden y deben ampliar saliendo del marco muy militar que ahora conserva. Debe ser un arma, como la Fuerza Aérea respecto al Ejército, con sus espacios de autonomía, con su propia escuela y formación de cuadros.

¿Todo eso y más se puede hacer llevando a la Guardia Nacional al ámbito civil? En un plano ideal seguramente sí, en la realidad no. Hoy sus mandos, sus elementos, incluso su presupuesto, provienen de la Defensa, los primeros tiempos de operación de la GN (como muchas cosas en este sexenio que fueron creadas apresuradamente, a partir de una decisión política a la que luego se fueron sumando los diagnósticos y la planificación) fueron muy complejos, precisamente porque el manejo paralelo desde la Defensa y la Secretaría de Seguridad Ciudadana, periodo marcado por la desorganización, incluso a la hora de comprar equipos.

Estoy convencido de que la estrategia de seguridad debe cambiar y que habrá en ella cambios importantes con la llegada de Sheinbaum a Palacio Nacional. Si no hay sorpresas, el área de seguridad, que deberá llevar Omar García Harfuch, estará obligada a convertirse en una suerte de supersecretaría del ramo, con una estrecha colaboración con Defensa y Marina (cuyos titulares serán de los últimos en darse a conocer en el periodo de transición), pero también con estructura y capacidades operativas propias. En esa área deberá concentrarse la inteligencia, se sumará una Policía de Investigación realmente poderosa (que habrá que crear sobre las bases existentes) y se concentrará todo lo relacionado con la lucha contra el crimen organizado en todas sus facetas. Tiene que ser un área operativa y con músculo.

A todo eso hay que sumar las adecuaciones al marco legal que permitan (y políticamente obliguen, ése es el término) a los estados a crear fuerzas policiales homologadas a la Guardia Nacional y coordinadas con éstas y con la secretaría federal del área. Sería deseable que todos los mandos estatales y los principales mandos municipales estén certificados y abandonemos las improvisaciones que no cumplen con las expectativas que tiene la sociedad. 

Hay otra dimensión que tampoco se puede ignorar: todo esto de lo que estamos hablando, incluyendo la Guardia Nacional, se desarrolla en el ámbito de la seguridad pública. Otro diferente es la seguridad interior, que es responsabilidad de las Fuerzas Armadas: se entiende por seguridad interior la tarea de salvaguardar la permanencia y continuidad del gobierno y sus instituciones, así como el desarrollo nacional mediante el mantenimiento del orden constitucional, el Estado de derecho y la gobernabilidad democrática en todo el país. Cuando, como ocurre hoy en zonas de Chiapas o de Michoacán, o en muchas otras regiones, no se puede garantizar la gobernabilidad democrática, no pueden funcionar las instituciones, es la fuerza militar la que debe garantizar esas condiciones, y eso trasciende por supuesto la tarea policial y de seguridad pública. 

Cuando vemos lo extendida que está esa realidad en el territorio nacional se debería comprender por qué las tareas de seguridad pública se entrelazan una y otra vez con las de seguridad interior y cómo deben funcionar concatenadas las áreas de seguridad civiles y militares. No se trata de una hipótesis teórica, es una exigencia mínima de la realidad que vivimos.

ANTICORRUPCIÓN

Mucho se ha dicho y él mismo lo ha promocionado, que Javier Corral será el próximo jefe de la oficina nacional anticorrupción que creará Claudia Sheinbaum. A ver qué dice el jueves la próxima Presidenta, pero las versiones indican que esa responsabilidad será para Raquel Buenrostro, porque Corral está investigado por actos de corrupción cuando fue gobernador de Chihuahua (incluso por eso no votó el 2 de junio en esa entidad) y se le podría ejercer acción penal en cualquier momento. Poner en anticorrupción a un acusado de corrupción sería algo así como anticlimático para la próxima administración.

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