Si fuera verdad todo lo que dicen los políticos en los debates a que se someten en tiempos electorales, México ya sería desde hace varios años “potencia mundial” en seguridad, salud, educación e infraestructura, entre otros rubros de la vida pública. Lamentablemente, la realidad es otra. El conjunto de mentiras que se vierten en esos encuentros representa un insulto a una ciudadanía que, en su mayoría, no está consciente de que lo que le están diciendo quienes aspiran a gobernar no es verdad. Le están mintiendo. Desde datos falsos o incompletos sobre crecimiento económico, cifras de inseguridad, hasta promesas incumplibles por insuficiencia presupuestal.
Es verdad que los debates presidenciales no son la única herramienta para contrastar las propuestas de las y los contendientes, pero también es verdad que su formato rígido y poco espontáneo, al menos en México, no es factor fundamental para inclinar el voto de los ciudadanos hacia un lado u otro, salvo contadas excepciones.
La falta de visión y claridad de los líderes políticos ha impedido ver la realidad de lo que ocurre en el país. Lo cierto es que, a diario, lo que ocurre en todos los rubros de la vida pública se nos estrella en la cara recordándonos que muchos son los pendientes que hay que enfrentar y que el tiempo se nos agota para darles solución.
Ello fortalece la alternativa que representan los gobiernos de coalición en el mundo. Hoy en día, los países modernos ya no son de un “solo hombre” en el poder. Han tenido que recurrir a las coaliciones frente al crecimiento de diversas corrientes de pensamiento en sus sociedades, lo que necesariamente conduce a la formación de alianzas políticas que encaucen la pluralidad de ideas sobre la forma de organización pública. Desde el punto de vista histórico, la teoría de la separación de funciones públicas es inherente a la concepción de un Estado moderno hasta llegar a la concepción de un modelo estructural de pesos y contrapesos del poder, tal y como ocurrió en la época de la Ilustración a través del pensamiento de filósofos políticos como Locke, Rousseau y Montesquieu.
Aquellas ideas destacan la necesidad de dividir o separar el poder público y crear un gobierno equilibrado en el que las fuerzas políticas adquieran un orden, un contrapeso que las ponga en un estado de resistir unas a otras.
Las coaliciones son un fenómeno político de reciente aparición en América Latina; aunque, en general, tampoco lleva tanto en los sistemas parlamentarios como el británico o el español. Casi siempre, hasta épocas recientes, los partidos políticos participaban en las elecciones siendo eso: un partido, una sola entidad de interés público que representa determinadas posiciones políticas. En la realidad política actual, si una coalición se convierte en gobierno es cuando más se necesita de expertos en negociación política, porque, en este caso, se habla ya de una coalición gubernamental y ser “gobierno de coalición” implica consolidar acuerdos que beneficien a la sociedad a través de cada una de las partes coaligadas. Ojalá lo entendieran quienes hoy creen en un gobierno autoritario, regido por un “solo hombre” y que trata de imponer su visión hegemónica de país.
FÓRMULAS GANADORAS
En la recta final para la elección de gobernador en nueve estados del país, destaca lo que sucede en Yucatán, donde el gobernador con licencia temporal, Mauricio Vila, ha logrado capitalizar para la alianza PRI-PAN-Panal sus casi seis años al frente del estado que ha logrado —entre otras cosas— ser la entidad más competitiva del sureste, con una gran capacidad para atraer negocios y desarrollar infraestructura y gobernanza. Ello retribuye votos no sólo para su candidato a la gubernatura, Renán Barrera, sino también para otros aspirantes como Erik Rihani González, candidato panista a la presidencia municipal del puerto de Progreso, uno de los municipios estratégicos del estado por todo el tema del nearshoring y la atracción de más inversión y empleos.