Sedena: la decisión de Claudia

Sedena: la decisión de Claudia

En el caso de la Defensa, quien llegue al mando militar tiene que ser un general de división con experiencia en la actual estructura y que conozca de primera mano el cambio enorme que ha vivido la institución este sexenio

Hoy anunciará Claudia Sheinbaum parte de su gabinete, pero si habrá una decisión muy reflexionada de la futura Presidenta será la designación del próximo secretario de la Defensa, también de la Marina, pero por el peso específico que ha adquirido la principal institución militar, ella requiere una mayor atención.

No creo que los secretarios de Defensa y de Marina se den a conocer en el primer corte del gabinete que se anunciará hoy. Puede ser, hemos visto muchas cosas nuevas en los últimos años, pero es difícil pensar que durante tres meses y medio convivan en una institución, eminentemente vertical, dos mandos, uno, el oficial, y otro, el designado.

De todas formas, en el caso de la Defensa, quien llegue al mando militar tiene que ser un general de división con experiencia en la actual estructura y que conozca de primera mano el cambio enorme que ha vivido la institución este sexenio.

No creo en el término militarización como lo solemos utilizar, quizá porque, en mi primera juventud, me tocó vivir en un país realmente militarizado. No hay gobernadores, secretarios de Estado, casi ningún legislador, jueces ni ministros de origen militar, mucho menos estamos viviendo una militarización de la sociedad, la que, por cierto, tiene en muy alta estima a las fuerzas militares.

Según la más reciente encuesta del Inegi sobre percepción ciudadana, el 90% de la población tiene una buena o muy buena imagen de la Marina; el 87.1%, del Ejército y el 80.8%, de la Guardia Nacional, todos muy por encima de cualquier político, incluyendo el presidente López Obrador.

El cambio en la Defensa ha sido enorme. No lo terminamos de ver porque hay realidades, como la violencia, que eclipsan los logros, y que no han sido bien divulgados. La secretaría y el Ejército han tenido una transformación institucional muy amplia: se creó el Estado Mayor Conjunto (que sé que es casi un pecado proponerlo, pero que alguna vez tendría que incluir a todas las Fuerzas Armadas como en casi todos los países); se creó la Comandancia del Ejército; se distribuyeron claramente las tareas del propio Ejército y de la Secretaría de la Defensa, incluso ante la posibilidad, absolutamente descartada en este sexenio, de que en el futuro pudiera haber un mando civil en la secretaría.

La estrategia de seguridad ordenada por el presidente López Obrador no ha sido ni remotamente la mejor, pero se creó una Guardia Nacional de 130 mil elementos (la Policía Federal, que tenía también virtudes mayores a las que suele reconocer la propaganda gubernamental, disponía de unos 28 mil elementos operativos) y durante este sexenio deberá fortalecerse sobre las bases que ya están construidas. Faltan todavía mandos con mayor conocimiento policial, que la GN establezca su propio modelo de desarrollo y que se consoliden mandos medios y superiores.

La GN no puede ni debe salir, en esta coyuntura, de la Defensa Nacional, hacerlo sería comenzar de nuevo todo un proceso que es esencial consolidar. Se podrá cuestionar si la estrategia del gobierno es la correcta: yo creo que no, que debe haber cambios profundos, pero, primero, no olvidemos que las instituciones de seguridad son instrumentos: pueden ser buenos, pero depende de cómo se usen. Segundo, no minimicemos el reto que fue construir una fuerza de seguridad de semejante tamaño en cuatro años. Habrá que crear en torno suyo sistemas policiales locales, de investigación, sistemas de inteligencia y de procuración de justicia. Pero tenemos una base operativa muy importante.

No es verdad que por las otras responsabilidades que ha adquirido la Defensa se hayan diluido sus capacidades en la seguridad interior y nacional, incluso el entrenamiento exclusivamente militar ha crecido en los últimos años.

Hay obras y empresas que hoy son responsabilidad de la Sedena y que son muy útiles, otras no tanto, pero que son parte de sus atribuciones legales y tienen también una lectura de seguridad nacional.

Yo estoy convencido de que se tendría que haber terminado el aeropuerto en Texcoco y que fue un grave error no hacerlo. No sé si el AIFA será algún día un sustituto o hasta un gran complemento del AICM en términos de pasajeros, pero, por lo pronto, se ha concentrado allí la carga y son cada vez más las empresas que han solicitado asentarse, con lo cual logra ingresos importantes y le quita presión al AICM. Es, por otra parte, una de las principales bases aéreas militares del continente. Aeropuertos como Tulum han tenido éxito desde su inauguración y permiten tener también una base aérea operativa en esa zona de la frontera sur.

En el ámbito de la salud, ninguna institución funcionó mejor durante la pandemia que la militar; fue la Sedena la que organizó la vacunación; la que construyó varios de los principales hospitales inaugurados este sexenio, como los de la CDMX o de Yucatán. Fueron especialistas de la Fuerza Aérea los que tuvieron que intervenir para recuperar la Categoría 1 en aviación civil de la FAA estadunidense. Aduanas y puertos vivían una corrupción que sólo se podía entender con el retraso tecnológico de las mismas. Hoy, existe una base operativa y de seguridad para reconstruir ese sistema.

Hay mucho más. Pero, por eso, en todo el ámbito militar viene una etapa de consolidación de proyectos e instituciones e, incluso, de deshacerse de algunas cargas innecesarias. Pero quien llegue a la Defensa deberá haber sido parte de ese engranaje, conocerlo y saber operar sobre él. Determinar quién será el secretario que lleve a cabo esa tarea es una decisión personalísima de Claudia Sheinbaum que, insisto, no creo que se adelante demasiado en los tiempos de la transición.