El encuentro de hoy entre el presidente Andrés Manuel López Obrador y la virtual presidenta electa, Claudia Sheinbaum, marca el inicio formal de los trabajos de transición y sienta las bases para la agenda legislativa que arrancará en septiembre. Pero, más allá de los aspectos técnicos y logísticos, este encuentro envía señales importantes sobre el estilo de liderazgo que Sheinbaum busca imprimir desde ahora.
Un punto destacado de la reunión fue la postura de Sheinbaum respecto a la polémica reforma al Poder Judicial. En un gesto de apertura y diálogo, la virtual Presidenta electa insistió en que esta iniciativa no se aprobará en fast track, sino que será ampliamente debatida antes de someterse al pleno. Este mensaje contrasta con la percepción de algunos sectores que temían que Sheinbaum simplemente continuaría con el estilo de gobernar de López Obrador, caracterizado por la rapidez en la toma de decisiones y la confrontación con otros poderes.
Al apostar por el debate y la deliberación en un tema tan sensible como la reforma judicial, Sheinbaum da una señal de que su gobierno buscará construir consensos y escuchar a todas las voces. Esta actitud resulta esperanzadora en un contexto de polarización y desconfianza hacia las instituciones. Si bien es cierto que Sheinbaum llegará a la Presidencia con un amplio respaldo popular y una mayoría legislativa, su disposición al diálogo sugiere que no gobernará de manera unilateral, sino que buscará tender puentes, como se hace en toda democracia.
Otro aspecto relevante del encuentro es la definición de la agenda legislativa que arrancará en septiembre. Si bien los detalles aún no han sido revelados, es de esperarse que Sheinbaum busque impulsar reformas en temas clave como el combate a la corrupción, la reducción de la desigualdad, la paridad de género y la reactivación económica pospandemia. Sin embargo, el hecho de que la reforma judicial no vaya a ser aprobada en fast track (de manera expedita) sugiere que la nueva Presidenta está dispuesta a tomar el tiempo necesario para construir acuerdos y asegurar que las iniciativas cuenten con un amplio respaldo. Y para cuidar las señales que su naciente gobierno envíe a los mercados.
Este enfoque más dialogante y menos confrontativo podría ser una oportunidad para sanar algunas de las heridas y divisiones que han marcado la vida pública en los últimos años. Si Sheinbaum logra establecer una dinámica de colaboración y respeto entre los distintos actores políticos y sociales, su gobierno podría marcar un cambio de paradigma en la forma de hacer política en México.
Por supuesto, aún es muy pronto para sacar conclusiones definitivas. El encuentro de hoy es sólo el inicio de un largo proceso de transición que estará lleno de desafíos y obstáculos. Sheinbaum deberá demostrar, con hechos, su compromiso con el diálogo y la construcción de acuerdos, al tiempo que enfrenta problemas urgentes como la inseguridad, la pobreza y la desigualdad.
Sin embargo, las señales que ha enviado hasta ahora son positivas. Al insistir en un debate amplio sobre la reforma judicial y al iniciar los trabajos de transición con un encuentro cordial y productivo con el presidente saliente, Sheinbaum muestra que está dispuesta a ejercer un liderazgo incluyente y abierto a la crítica.
México merece una democracia sólida, basada en el diálogo, la tolerancia y la búsqueda del bien común. El encuentro de hoy entre López Obrador y Sheinbaum es un primer paso en esa dirección. Ojalá que este espíritu de apertura y colaboración se mantenga a lo largo de todo el proceso de transición y se traduzca en un gobierno capaz de enfrentar los desafíos del país con responsabilidad, empatía y visión de futuro.